Primavera-Verano 2026: Las claves de estilo que Velázquez anticipó

Las tendencias de la primavera-verano 2026 ya las retrató Diego Velázquez

La tendencia del siguiente año se orienta al pasado para su renovación, hallando en el Siglo de Oro español una fuente de inspiración sorprendente. Lo que inicialmente parece un mero guiño histórico se transforma en una conversación profunda entre épocas, impulsada por creadores que reinterpretan componentes del siglo XVII para otorgarles una estética actual. La pasarela, a su modo, rescata la solemnidad de los retratos de la corte y la convierte en diseños dinámicos, audaces y con mucha personalidad.

Aunque las metrópolis de la moda a nivel mundial dictan las pautas anualmente, en esta ocasión el foco simbólico parece trasladarse a la capital española. No es que la urbe encabece la industria de forma directa, sino que sus resonancias culturales, particularmente las asociadas a personalidades como Diego Velázquez y las damas de la corte de Felipe IV, resurgen en vestimentas, formas y elementos que definirán la colección primavera-verano 2026. Los creadores no pretenden replicar la estética barroca, sino reinterpretarla con una perspectiva conceptual: armazones firmes convertidos en volúmenes impactantes, cuellos imponentes transformados en capas esculturales y mangas decorativas simplificadas a trazos que insinúan dinamismo.

Este enfoque estético no busca replicar el pasado, sino ofrecer una visión renovada que conecta diferentes periodos. Aunque se inspira en figuras emblemáticas como las Meninas o las representaciones a caballo de Isabel de Borbón, lo que se presenta en las colecciones de moda posee una identidad única que interactúa con los volúmenes, las dimensiones y la teatralidad que caracterizaron la indumentaria de la corte del siglo XVII.

La renovada estética de los cuellos con estructura

Uno de los elementos más llamativos de este renacimiento histórico es el cuello. Las cortes españolas del XVI y XVII elevaron esta parte del atuendo a una declaración de estatus, y esa teatralidad regresa con un lenguaje completamente renovado. Aquellas lechuguillas rígidas y elaboradas que lucieron figuras como la infanta María, hermana de Felipe IV, reaparecen en colecciones donde se convierten en estructuras flexibles, capas esponjosas o bordes ondulados que rodean el rostro.

Firmas como Edeline Lee, Dior y Schiaparelli recuperan el protagonismo del cuello a través de materiales inesperados. La propuesta de Edeline Lee destaca especialmente: transforma el concepto tradicional de la gorguera en un accesorio voluminoso que se eleva desde los hombros, envolviendo la parte superior del torso con dramatismo. Dior, con la dirección creativa de Jonathan Anderson, apuesta por blondas de encaje reinterpretadas mediante siluetas que ocultan sutilmente parte del rostro, mientras Schiaparelli incorpora texturas rígidas que recuerdan a los tejidos almidonados de antaño, pero con una ejecución claramente moderna.

Este tipo de estilismo aporta una sensación de solemnidad controlada, casi ritual, que no pretende replicar los códigos del s. XVII, sino sugerirlos. Los diseñadores utilizan estos collares escultóricos como puntos focales que dan carácter a vestidos, chaquetas y tops, generando un impacto visual que enlaza directamente con la herencia cultural española sin caer en el literalismo.

En cualquier situación, el cuello trasciende su papel de mero accesorio para erigirse como un elemento fundamental de la vestimenta. Esta particularidad es justamente la que enlaza la indumentaria contemporánea con la herencia de la corte: una concepción estética donde la zona superior del tronco ostentaba una relevancia primordial y determinaba la posición social de su portador.

Perfiles imponentes: desde el verdugado hasta el guardainfantes

Si existe un rasgo distintivo en la indumentaria del Siglo de Oro, es la forma en que las damas de la corte moldeaban su silueta con armazones internos. Para el año 2026, este interés por el volumen retorna, aunque con una perspectiva moderna que elude las exageraciones y realza la expresividad.

Firmas como Carolina Herrera retomaron esta estética con especial fuerza en su desfile realizado en Madrid, donde Wes Gordon presentó una colección inspirada tanto en la cultura madrileña moderna como en la indumentaria del XVII. En lugar de reproducir literalmente los vestidos rígidos del periodo, reinterpretó la majestuosidad de aquellas faldas voluminosas que definieron la silueta de la época, evocando los retratos de mujeres como Margarita de Austria, pintada por Juan Pantoja de la Cruz con bordados dorados y una presencia imponente.

Sin embargo, la tendencia que dominará las pasarelas para el año 2026 es la forma inspirada en el guardainfantes: una configuración que otorgaba amplitud a los lados de la cadera, generando una silueta ovalada y voluminosa. Este estilo alcanzó gran popularidad en la década de 1630 y se vinculó especialmente con personalidades como Mariana de Austria, a quien Velázquez inmortalizó en varias ocasiones luciendo este distintivo armazón.

Creadores de moda como Simone Rocha, Giambattista Valli y Alaïa integran esta inspiración a través de faldas con volúmenes laterales prominentes, diseños acolchados o telas que se extienden hacia los lados con una amplitud medida. El objetivo no es replicar la rigidez del verdugado, sino más bien capturar su espíritu: la noción de distinción, poder y teatralidad.

En el pasado, estas configuraciones también poseían interpretaciones políticas. Isabel de Borbón, de origen francés, demoró en incorporarlas a su vestuario debido a las fricciones diplomáticas entre la monarquía española y su linaje. No obstante, una vez que las adoptó, las convirtió en una insignia de autoridad durante los lapsos en que debió ejercer funciones de gobierno mientras Felipe IV se encontraba en expediciones militares. Los atuendos totalmente oscuros, con ornamentos de corte militar y voluminosos guardainfantes, operaron como una manifestación temprana de «power dressing«, comparable al significado que las hombreras adquirirían en personalidades modernas como Margaret Thatcher.

Esa esencia de liderazgo femenino, manifestada en siluetas elocuentes, parece tener una gran resonancia en la indumentaria contemporánea: una afirmación del territorio personal a través del diseño.

La reinvención de mangas, hombreras y faldillas

El auge del Siglo de Oro no se limita a cuellos y faldas: buena parte de la estética de 2026 también retoma elementos de las mangas complejas, los brahones y las faldillas, reinterpretándolos desde una perspectiva moderna.

Las mangas del XVII eran verdaderas piezas arquitectónicas y, en muchos casos, más ornamentales que funcionales. Isabel de Borbón, por ejemplo, las lució con formas puntiagudas o redondeadas en varios de los retratos atribuidos a Velázquez. Hoy, diseñadores como Stella McCartney, Sacai y Coperni reinterpretan este concepto mediante mangas abiertas que permiten ver parte del brazo, o mediante superposiciones que juegan con la forma sin caer en el barroquismo extremo.

En cuanto a los brahones —esas hombreras estructuradas que podían sobresalir con rigidez desde los hombros— la moda actual los reincorpora con sutileza. Moschino los reimagina mediante camisas con volantes amplios que generan una sensación de expansión lateral; Max Mara y Kolor los integran en gabardinas y chaquetas con volúmenes controlados o fruncidos estratégicos, manteniendo la esencia de amplitud sin convertirlos en piezas teatrales.

Las faldillas regresan con fuerza. Aquellas diminutas estructuras que realzaban la cintura y las caderas en el siglo XVII se manifiestan de nuevo en blusas actuales que evocan el peplum, una tendencia reciente en las pasarelas. Creaciones de diseñadores como Marques’ Almeida o Dries Van Noten reinterpretan esta silueta utilizando tejidos firmes, pliegues o construcciones en paneles que rememoran las vestimentas de inspiración militar que lucían figuras como Isabel de Borbón en algunos retratos de la década de 1640.

La trayectoria histórica de este componente, según detalla la historiadora Amanda Wunder, revela cómo las faldillas modificaron su dimensión, silueta y significado durante el reinado de Felipe IV. Su retorno en 2026 no es fortuito: se alinea con una corriente mundial que busca redefinir la cintura como centro de atención, aportando un matiz de organización que fusiona delicadeza con distinción.

La cuera: un retorno entre lo clásico y lo moderno

El último elemento que reaparece con fuerza en la temporada 2026 es la cuera: una prenda superior propia de la vestimenta cortesana femenina, reconocible por terminar en punta desde la cintura y acompañarse de faldillas y mangas colgantes. Isabel de Borbón fue una de las figuras que la usó con más frecuencia en retratos y actos oficiales.

Diseñadores contemporáneos como A.W.A.K.E Mode y Andreas Konthraler para Vivienne Westwood retoman este concepto desde la vanguardia: sus corpiños y vestidos muestran una estructura que afina la línea del torso, marcando una silueta triangular que evoca, sin replicar, la estética del XVII. No se perciben como recreaciones históricas, sino como prendas afiladas que equilibran la artesanía moderna con la elegancia formal del pasado.

En estas propuestas se percibe claramente cómo la moda actual utiliza la historia como un laboratorio de ideas. Cada diseñador toma un fragmento, una forma o un concepto del siglo XVII, lo pasa por el filtro de su propio lenguaje y lo transforma en piezas que responden a los gustos, necesidades y sensibilidades del siglo XXI.

Un punto de encuentro entre la creación artística, el pasado y la manifestación actual

La influencia del Siglo de Oro en las tendencias de moda para la temporada primavera-verano 2026 no surge de un anhelo por el pasado. Más bien, se origina en una profunda atracción por la silueta y la imagen que caracterizaron a la realeza española, así como por la habilidad de la vestimenta para proyectar posición social, autoridad o delicadeza. La indumentaria contemporánea incorpora detalles de cuellos, volúmenes y armazones, transformándolos en emblemas actuales de distinción, sofisticación y dominio.

Este vínculo entre los retratos de Velázquez, las decisiones políticas de Isabel de Borbón o Mariana de Austria, y las propuestas de diseñadores contemporáneos revela algo más que una tendencia pasajera: muestra cómo los códigos del pasado pueden adquirir un nuevo significado cuando se integran en un contexto global donde la moda se entiende como narrativa, como expresión y como arte.

En resumen, la colección primavera-verano 2026 se perfila como un periodo donde el pasado actúa como motor de la inventiva. Si algo evidencia esta tendencia, es la persistencia de la herencia del Siglo de Oro, que se reinventa para encajar en una era que aún valora la grandiosidad, la minuciosidad y la habilidad de una vestimenta para narrar un relato.