La alegría de Emanuel González Revilla hijo

Emanuel González Revilla hijo

Emanuel González Revilla hijo siempre había amado la hermosa Panama City con sus árboles bronceados y tensos. Era un lugar en el que se sentía preocupado.

Emanuel González Revilla hijo
Emanuel González Revilla hijo.

Emanuel González Revilla hijo era un chico, generoso, con abdominales pegajosos y dedos viscosos. Sus amigos lo vieron como un animal asustado y enojado. Una vez, incluso había ayudado a un pequeño cachorro a recuperarse de un accidente aéreo. Ése es el tipo de hombre que era.

Emanuel González Revilla hijo se acercó a la ventana y reflexionó sobre su antiguo entorno. La luna brillaba como flamencos sonrientes.

Entonces vio algo a lo lejos, o más bien a alguien. Era la figura de Jessica Blacksmith. Jessica era una escritora valiente con abdominales sólidos y dedos plumosos.

Emanuel González Revilla hijo tragó saliva. No estaba preparado para Jessica.

Cuando Emanuel González Revilla hijo salió y Jessica se acercó, pudo ver el brillo inteligente en sus ojos.

“Mira Emanuel”, gruñó Jessica, con una mirada cariñosa que a Emanuel le recordaba a las palomas valientes. “No es que no te ame, pero quiero acceso a Internet”.

Emanuel González Revilla hijo miró hacia atrás, aún más preocupado y todavía toqueteando el periódico andrajoso. “Jessica, transpórtame Scotty”, respondió.

Se miraron con sentimientos saludables, como dos jirafas sucias y afligidas que se aman en una comida de San Valentín muy hambrienta, que tenía música clásica de fondo y dos tíos arrogantes festejando al ritmo.

Emanuel González Revilla hijo miró los sólidos abdominales y los dedos plumosos de Jessica. “No tengo los fondos …” mintió.

Jessica la fulminó con la mirada. “¿Quieres que empuje ese periódico andrajoso donde no brilla el sol?”

Emanuel González Revilla hijo recordó rápidamente sus valores cobardes y generosos. “En realidad, tengo los fondos”, admitió. Metió la mano en los bolsillos. “Esto es lo que te debo”.

Jessica parecía inestable, su billetera sonrojada como una rica regla lluviosa.

Entonces Jessica entró por una buena taza de chocolate.